REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR
FUNDACION MISIÓN SUCRE
ALDEA UNIVERSITARIA “CARLOS EMILIANO SALON”
PARROQUIA LA SABANITA
V.- ALZAMIENTOS CONTRA LAS TRIBUTACIONES
Profesora PARTICIPANTES
CIUDAD BOLIVAR, MAYO DE 2008
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INDICE
INTRODUCCION
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MODELOS ECONOMICOS
El Imperio Español promovió en las colonias americanas una economía complementaria de la española, dirigida principalmente a satisfacer las necesidades de aquellos productos que España no tenía, pero que a la vez pudieran soportar el largo viaje desde América. La economía se basaba en casi todo el territorio Andino en el trabajo indígena estructurado en el sistema de encomiendas, y la mita, y la esclavitud de los negros que originaron abusos..
La principal fuente de riqueza era la tierra y sobre ella, los conquistadores establecieron un sistema feudal, en principio la propiedad de la tierra se obtuvo por donación de la Corona, y luego por compra., pero sólo podían convertirse en propietarios los conquistadores, los pobladores, los beneméritos de las Indias y sus descendientes.
Básicamente llegaban de España ropa y textiles, mas una serie de artículos de consumo para la población europea: harina, pescado salado, vidrios, espejos, cuchillos y quincallería en general, alambre, acero, hojalata, espadas, sables, loza, papel, plomo, pólvora. Estos productos tuvieron un mercado muy pequeño, el cual siempre se saturaba tras la llegada de un barco grande o dos con esta mercadería, la razón de este mercado tan pequeño .era la ausencia de circulación de la moneda, ya que esta circulaba solamente entre las castas españolas y los funcionarios de la corona y el mantuanaje, en el resto de la población trabajadora, mestizos, indios y esclavos funcionaba el trueque.
MODELO MINERO
La actividad minera desarrollada por los españoles en los países andinos fue alimentada por la leyenda del Dorado.- una ciudad que según los indígenas estaba construida de oro, por ella fueron los españoles y en ese afán organizaron grandes expediciones. En las minas de plata de la Altiplanicie Peruana ubicada en la ciudad de Potosí, a 4824 metros sobre el nivel del mar, los españoles desarrollaron una actividad minera extraordinaria. Se estima que extrajeron 70,000 toneladas métricas de plata durante casi 300 años de colonia española. Eran tan duras las condiciones del trabajo en las minas de plata que los Indígenas no sobrevivían mas de 6 meses. Los humos y el mercurio del proceso de fundición de la plata también formaron parte en esta catástrofe humana. Se trataba, pues, de un sistema de extracción de bienes para Europa pagando muy poco por los recursos, y de pocas remesas para América, los negros no resistían este duro trabajo y constantemente se rebelaban, razon por la cual dejaron de ser utilizados en estas labores mineras. .
El precio de la plata vino dado por las condiciones de trabajo forzado de los indios mineros, lo que situaba el costo de mano de obra en poco más que gastos de comida y utensilios; a ello había que sumar los materiales para las minas y en transporte el sistema permitía buenos beneficios para los mineros europeos y un bajo precio en el mercado, aún cuando la corona absorbía un 20 por ciento del valor de la plata.
España estableció el precio de la plata, y también el de sus propias exportaciones. La actividad minera produjo un descenso de población entre los indios de América, los españoles descubrieron que el consumo de la hoja de coca les quitaba el hambre y les mitigaba el cansancio, situación esta que utilizaron para suministrarle hoja de coca a los indígenas en vez de alimento y los metían a trabajar en las galerías y a los 15 días los sacaban cuando morían.
MODELO AGRICOLA
Hay que destacar que todo el comercio con América se realizo a cambio del importante flujo de oro y plata y, en menor escala, de azúcar, cacao, algodón y textiles, había escasa redistribución desde España misma. El dinero que circulaba se refería a los salarios de los funcionarios de virreinatos, audiencias y capitanías general, sus gastos de administración, y el mantenimiento del ejército, la falta de mercado. Se puede explicar, en parte, como un intercambio desigual, En América la producción, igual que la población, bajó a niveles claramente inferiores a los anteriores. Los sistemas de riego en Perú se deterioraron, y la organización de la agricultura sufrió mucho la falta de mano de obra producida por las nuevas enfermedades y por los trabajos forzados en las ciudades y minas.
Los esclavos
Carlos V concedió “licencias” para introducir esclavos en las Indias. Al subir al trono Felipe II casi todo el comercio, compartido con ingleses y holandeses, pasó a manos de portugueses que compraban a los esclavos negros en la costa occidental de África, llegaron procedentes principalmente de Angola y del Congo. Los esclavos eran llevados hasta Panamá donde los embarcaban rumbo al Callao (Perú), que era el punto de distribución para todo el virreinato. En América, los europeos hallaron especies novedosas para ellos: maíz, tabaco, cacao y papa, además de otros cultivos, como por ejemplo, tomate, maní, mandioca, pimiento y yerba mate. En cambio, el aporte indígena a la ganadería fue muy escaso. Se hacían rodeos de hacienda cimarrona, para obtener cueros, astas y grasas, descartándose la carne, que era aprovechada por los pumas..
Indios y mestizos
Al terminar la conquista sólo existía la clase de los vencedores, o sea los hidalgos, soldados y encomenderos, y la de los vencidos, o sea el pueblo indígena. De la mezcla nació la clase mestiza que se dedicaba especialmente a los oficios artesanales como carpintería, zapatería, platería, herrería, etc. En el siglo XVII no vemos a esta clase ocupar papel alguno; pues desempeñaba puestos subalternos en una sociedad donde la graduación era: español peninsular, criollo o español nacido en América, indígenas nobles, mestizos, indios y esclavos.
Reivindicaciones socioeconómicas(Protestas y levantamientos de los criollos)
Uno de los factores más importantes de la vida venezolana, antes de la Independencia, fue la llamada Compañía Guipuzcoana, El primer accionista de la Compañía fue el rey Felipe V, quien recibió 200 acciones por valor de 100.000 pesos. La provincia de Guipúzcoa suscribió 100 acciones, y en 1760 eran también accionistas individuos de las familias caraqueñas Toro, Bolívar, Ibarra, Tovar, Ascanio (Ascaín), La Madrid, etc. Los accionistas llegaron a recibir hasta el 160% del capital vertido. Esta Corporación creada en el Siglo XVIII para administrar el comercio entre Venezuela y España, que en la práctica significaba monopolizar el comercio exterior de Venezuela. Su existencia tuvo dos efectos de singular importancia:
El primero fue el desarrollo económico de la región, que alcanzó un nivel que hasta entonces no había logrado;
El segundo, que bien puede ser el primero en importancia, fue la tendencia a la rebelión en contra de la metrópoli española, que se inició como incomodidad ante el monopolio, pasó a ser necesidad de independencia económica y a la larga se convirtió en la necesidad de independencia política, todo lo cual llevó a una revolución social.
Oposición a la Compañía Guipuzcoana
El establecimiento de la Compañía Guipuzcoana significó un cambio profundo en la economía de la Provincia de Venezuela. Era la única empresa que podía vender mercancías europeas en Venezuela y la única también que podía comprar los frutos que se exportaban desde allí a España. Desde su establecimiento, los precios de las mercancías pasaron a ser fijados por comerciantes de la misma empresa, los cuales, naturalmente, eran evaluados de acuerdo a sus conveniencias, en perjuicio de tanto de los consumidores como de los productores locales. Estos no podían comprar ni vender libremente, sino a la empresa, a los precios que ésta fijaba. Además, la compañía estaba en condiciones de castigar cualquier violación a las tarifas y precios impuesta por ella. Por ello, ciertos sectores coloniales comenzaron a oponerse a la operación de la Compañía. Mientras que al principio fue una oposición sorda y legal en tanto que pacífica, llegaría más tarde a ser frontal y violenta. Entre los movimientos que tuvieron lugar en contra de la Compañía Guipuzcoana, el más importante fue el liderado por Juan Francisco de León de 1749 a 1751.
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Muy poco tiempo después de establecida y cuando empezaba en forma sus operaciones, la Compañía debió enfrentar el primer caso de resistencia armada en su contra, que fue la Rebelión de Andresote (1731). Antes de la rebelión de Andresote hubo muchos otros intentos de rebelión contra lo español, pero ninguno realmente notable. Quizá la más seria, a pesar de sus locuras, fue la del Negro Miguel, en los cerros cercanos a Barquisimeto,hacia el Sur, en Buría, que fue el asiento de una de las primeras explotaciones
auríferas de Venezuela, fracasada (la mina) no sólo por la hostilidad de los indios, sino por su poca productividad. Por su causa se fundó Barquisimeto, y en su sitio tuvo lugar la primera rebelión de esclavos de origen africano que se produjo en Venezuela, y que fue vencida no sin efusión de sangre por Diego García de Paredes, Diego Fernández de Serpa, Diego de Ortega y Diego de Losada, los cuatro Diegos de cuidado.
Fue más bien una especie de alzamiento rural con intereses mercantiles, hecho un poco a instancias de los agricultores y cosecheros del Yaracuy, que no querían aceptar el monopolio de la Compañía; un levantamiento de contrabandistas o de bandoleros, encabezados por el zambo Andrés López del Rosario, a quien llamaban Andresote. Debe haber habido también un componente de rebelión social contra el orden que imperaba en ese momento y que distaba muchísimo de la más elemental noción de justicia.
Rápidamente las relaciones de la Compañía con los blancos criollos de Venezuela, y en especial con los que dominaban el Ayuntamiento de Caracas fueron agriándose hasta hacerse insostenibles. Contrariamente a lo que podría pensarse, el que en Caracas yen la provincia de Venezuela hubiera muchos descendientes de vascos (o de navarros y vascongados, que para el caso es lo mismo) no le hizo nada más fácil a la Guipuzcoana sus relaciones con la llamada nobleza criolla. Muchas de esas familias sintieron en carne propia los efectos del monopolio concedido por el rey a la Compañía, lo cual fue el punto de partida del conflicto. Antes de su establecimiento obtenían mucho dinero del intercambio con el extranjero, además de otras ventajas,
En 1749, la rebelión de Juan Francisco de León le causó serios problemas a la compañía. No tanto por lo que militarmente significó, sino porque llamó la atención de las altas autoridades españolas sobre algunos asuntos poco claros de su administración. Entre otros vicios, los administradores de la Guipuzcoana solían practicar el del soborno, a manera de "honorarios" y "contribuciones" que
regularmente entregaban a funcionarios de muy alto rango. Entre ellos estaba, en
El detonante de la rebelión de Panaquire fue el intento de la Compañía, con
apoyo del gobernador, de separar de sus cargos a Juan Francisco de León, que era
Teniente de Gobernador y Justicia Mayor del valle de Panaquire, población
barloventeña, situada en las márgenes del río Tuy, después de Caucagua y Tapipa, y
una de las zonas de mayor producción de cacao en la Colonia venezolana. No había
razón para destituir a León, que era el fundador del poblado y había nacido en El
Hierro, en Canarias, en 1692 y tenía, por lo tanto, cuarenta y ocho o cuarenta y nueve
años de edad cuando se planteó el conflicto. A los cuarenta, en 1733, había obtenido la
autorización para fundar una población (Panaquire), por lo que dejó Caracas, en donde
vivía con su mujer y sus catorce hijos, y se dedicó a plantar cacao en la localidad que
acababa de fundar. Al ser designado Justicia Mayor se radica ya definitivamente en
Panaquire y extiende sus intereses hacia el Este, hasta El Guapo. El 7 de marzo de
1749, a instancias de Juan Manuel Goyzueta, representante de la Guipuzcoana en
Caracas, el gobernador Castellanos nombra a don Juan Martín de Echeverría, vizcaíno
de treinta y un años de edad, Cabo de Guerra y Teniente de Justicia de Panaquire, con
lo que sustituye a León. Echeverría, escoltado por una guardia de catorce vizcaínos, se
presentó sin aviso a Panaquire el 23 de marzo, luego de haber tomado por sorpresa a
Caucagua (en donde sustituiría a Pedro José Ortiz, que estaba de viaje con León). Pero
León, que regresó a sus tierras el 2 de abril, se resistió a entregar y obtuvo el apoyo
de los vecinos. El 3, Echeverría, ante el número superior de los otros, no tiene más
remedio que emprender la retirada y, desde Caucagua, escribir al gobernador para
informarle lo ocurrido y a León para tratar de convencerlo de que entregara el cargo.
Lejos, de convencerse, y ante las amenazas veladas de Echeverría, León reúne a las
gentes de Barlovento para entrar en acción contra las pretensiones del vizcaíno, que el
19 de abril partió a buen galope rumbo a Caracas a informar personalmente a
Castellanos, no sólo de su situación, sino de las intenciones de León. Ese mismo 19,
pero desde Panaquire, emprendió León su marcha al frente de un notable contingente
de hombres armados y dispuestos a no tolerar lo que se ha pretendido en su contra.
Además de los pobladores de Panaquire y El Guapo, que lo acompañan, llegan con él a
Caracas habitantes de Caucagua, Guatire, Guarenas y muchos otros poblados. La
rebelión adquiere dimensiones alarmantes. Hay unos ochocientos hombres en armas.
(Sucre, Luis Alberto, Op. Cit., p. 266) Los directores de la Guipuzcoana se pusieron a
buen recaudo y el gobernador convocó al Ayuntamiento para organizar la defensa de la
capital. Una comisión del cabildo sale de la ciudad para encontrarse con el rebelde, que
envía una carta al gobernador exigiendo la disolución de la Compañía y la expulsión de
los vizcaínos. León continúa su avance, y sólo accede a detenerse en la Plaza de la
Candelaria (en donde tenía su casa caraqueña) a petición de un grupo de curas que
intercede ante él, pero ante la noticia de que el gobernador y los vizcaínos tratan de
huir de Caracas, opta por tomar la Plaza Mayor, a donde llega el 20 de abril. Para
mostrar que no viene en son de guerra contra Caracas, ordena a sus hombres que coloquen
sus armas a la vista, recostadas de la pared frontal de la Catedral de Caracas.
Allí perdió la oportunidad de imponer su voluntad. Se entrevistó con el gobernador y le
aseguró que sus intenciones eran buenas: Sólo quería que no lo molestaran en
Panaquire, que se disolviera la Guipuzcoana y que se expulsara a los vascos. Pero no
estaba alzado contra Su Majestad ni contra el gobernador. Esperaría en su cuartel,
instalado en el Palacio Episcopal, que estaba vacío, a que se le diera una respuesta. Y
la respuesta le fue favorable. El 22 se reunió una asamblea de notables, convocada por
el gobernador y presidida por don Nicolás de Ponte y don Miguel Blanco Uribe, en la
que se le dio la razón al invasor. Todo está bien. Juan Francisco de León se va con su
gente y parte hacia España su yerno, Juan Álvarez de Ávila con otros dos hijos del
país, para presentar al rey un informe y la solicitud correspondiente. (Sucre, Luis
Alberto, p. 267) Vanas ilusiones: El gobernador los deja con cinco palmos de narices:
no piensa cumplir nada de lo que prometió. Intenta huir por La Guaira, pero León lo
detiene. Y vuelve a caer por inocente. Castellanos finge la expulsión de los jefes de la
Compañía, León se retira a Panaquire convencido de que ha ganado su pequeña
guerra, y Castellanos le escribe al rey que ha dominado toda una sublevación contra
España y contra Su Majestad, Señor. León, al darse cuenta de que se le ha mentido,
vuelve a las andadas, pero ahora reúne a más de ocho mil hombres y está furioso.
Castellanos no resiste. Es destituido y debe entregar el mando a Frey don Julián de
Arriaga y Rivera, que ha venido al término de la distancia al frente de mil quinientos
hombres y en pie de guerra. Pero pronto se da cuenta de que Castellanos, que ha
tenido que regresar a España, universalmente repudiado y ahora olvidado por los que
habían alquilado sus servicios, le mintió al rey cuando habló de una sublevación
general. Dicta Arriaga una amnistía, a la que se acogen, entre otros, León y sus hijos,
y trata de calmar el país. La Guipuzcoana intriga en la corte para que saquen a
Arriaga, al darse cuenta de que no se deja alquilar ni comprar. Y lo consigue. El 22 de
junio de 1751 llega a Caracas, al frente de doscientos soldados veteranos, don Felipe
Ricardos, nuevo gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, que no
disimula su relación con la Guipuzcoana. Hay un nuevo intento por parte de Juan
Francisco de León y sus hijos, que por un tiempo parece ir bien encaminado. Ricardos,
el hombre de la Guipuzcoana (pero no como Castellanos, alquilado, sino comprado de
un todo) ataca con toda su fuerza y su experiencia, contra las cuales León y sus
hombres apenas pueden oponer la razón. El gobernador promete solemnemente un
perdón general para los sublevados. Y no cumplió. León, su hijo Nicolás, Gaspar y
Lorenzo de Córdova, Pablo Cazorla y Matías de Ovalle fueron remitidos con grillos y
cadenas a España. Pronto recobraron la libertad, pero con la condición de que se
alistaran en un ejército que iba al África. Todos pudieron regresar a Venezuela, menos
Juan Francisco, que murió a los sesenta años y sin sospechar que había pasado a la
historia como un héroe, cuya memoria es exaltada en una pequeña estela en la Plaza
La Candelaria, en donde estuvo su casa caraqueña y por un busto en una quieta y
arbolada plaza triangular, en Panaquire. Y mucho menos que había inaugurado un
estilo de equivocarse en Venezuela, estilo que llevaría a su grado máximo el general
José Manuel Hernández, el Mocho. La Guipuzcoana, que creyó triunfar con la compra
de Ricardos, descubrió que había quedado malherida al enfrentarse a Juan Francisco
de León, que no tenía formación militar ni política. Era un comerciante canario,
honrado y trabajador como demostraron serlo, a lo largo de la historia, los
comerciantes canarios radicados en Venezuela, y se sintió atropellado por los factores
de la Compañía Guipuzcoana, pero fue tan cándido que no llegó a enterarse de que en
realidad había logrado lo que se propuso. Tampoco pudo, desde luego, imaginarse que
había sembrado una rebelión y que, como siempre, la cosecha no era sino cuestión de
tiempo. La Compañía Guipuzcoana, para derrotar a aquellos hacendados y campesinos
se dejó ver tal como era, y lo que vieron los encargados de conducir las Españas, las
de ambos lados del Océano Atlántico, no era nada admirable, así que en 1781 perdió el
monopolio del comercio venezolano y en 1785, después de soportar por algún tiempo
la cesación de sus privilegios, fue disuelta mediante Real Cédula del 10 de marzo. Sus
bienes pasaron a formar parte de la Compañía de Filipinas, que no tenía el comercio
exclusivo, pero sí el favor oficial y un capital que ningún grupo privado podría reunir.
Se convirtió en el vehículo de exportación del café venezolano, pero su trabajo no
bastó para evitar lo inevitable. Veinticinco años después de la muerte de la
Guipuzcoana, no lejos de su sede caraqueña en la esquina de Sociedad, los caraqueños
echarían también al poder español. Y toda Venezuela, toda la América española,
terminaría por seguir el mismo camino que empezaron a recorrer los mantuanos
caraqueños. El camino de la libertad.
Empezaban los tiempos de la locura.
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